Olya en Nueva York
– CHELSEA
Un salón en la High Line
«Cada día pasan por aquí delante veinticinco mil personas, es por esta razón por la que compré la casa, para estar expuestos a la ciudad.» Olya ha quitado las paredes, ha sacado las cortinas, eliminado las barreras, ha elegido vivir una parte de la casa como un espectáculo perenne, ha aceptado que las miradas ajenas se fijen continuamente en su rincón de casa, de vida. «Es como formar parte de la ciudad, de su espectáculo», dice.
Cómo tener la ciudad como huésped cada noche
Olya me saluda sonriendo cuando entro en su apartamento. Es guapa, muy guapa, viste con elegancia esencial tal como podrían escribir, me imagino, en una revista de moda. Todo es esencial en esta gran cocina, Less is more, parece poderse leer con caracteres enormes en la pared. Me imagino que esta regla es la regla de vida de Olya: la ropa, el mobiliario, la alimentación, las charlas, la compra, los enfados, todo. El compañero de Olya es alto y tiene los cabellos cortos, está acabando un desayuno tardío, se prepara un café negro y se va. Esta parece una casa normal, pero no lo es. Lo sería, quizá (para los estándares de Chelsea, Manhattan y Nueva York) si no hubiera un salón, más allá de la cocina, una habitación grande, pero normal, solo que se asoma a una calle que no es normal. Antes de ser una calle fue un ferrocarril elevado que atravesaba Manhattan, actualmente es un parque lineal conocido en todo el mundo, una de esas cosas que no puedes dejar de visitar en Nueva York, un monumento vivo a la arquitectura ferroviaria de la década de los treinta, un largo paseo a través de la ciudad. Se llama High line Park y pasa precisamente delante del salón de Olya. «Cada día pasan por aquí delante veinticinco mil personas, es por esta razón por la que compré la casa, para estar expuestos a la ciudad. Es una exposición continua. Me despierto, preparo el café y desayuno precisamente ahí, delante de las personas que pasan y me miran. Es algo que me recarga, la energía llega desde la calle hasta mi, me hace sentir bien». Las cortinas, en el país del sur de Europa de donde vengo, son un elementos necesario para cada casa, incluso en los pueblos donde todos se conocen, sobre todo en los pueblos, es importante que las casas sean como islas. Las cortinas son paredes, protegen de la mirada envidiosa, malévola o chismosa, es necesario esconder lo que vivimos. Dentro de casa no puede entrar nunca el ojo de los extraños. «Genti Allena» decía mi abuela en nuestro idioma, para indicar a las personas que no formaban parte de la familia y no podían mirarnos a menos que se los invitara, si antes no nos habíamos preparado. En cambio, Olya ha quitado las paredes, ha sacado las cortinas, eliminado las barreras, ha elegido vivir una parte de la casa como un espectáculo perenne, ha aceptado que las miradas ajenas se fijen continuamente en su rincón de casa, de vida. «Es como formar parte de la ciudad, de su espectáculo», dice. «Es una forma de vivir interactiva. Mi compañero y yo hemos decidido ofrecer este espacio de exhibición a nuestros amigos: organizamos cenas a tema, la gente se divierte, todos enloquecen un poco en nuestras fiestas, la pared del salón a veces se convierte en una pantalla, proyectamos obras de jóvenes artistas que nos gustan. La gente pasa, hace fotos, se detiene para mirarnos, como si fueran huéspedes también ellos, como si esta casa fuera una parte del espectáculo de la ciudad». Olya llegó a Nueva York hace veinticinco años, se siente neoyorquina, sabe que sea lo que sea lo que le reserva el futuro como directora de documentales, Nueva York será siempre un lugar al que volverá. «Esta casa, este salón, fue como entrar en el ecosistema de la ciudad, como si pudiera ofrecer finalmente yo también algo a esta comunidad que me ha dado tanto a nivel de arte, belleza y energía. Había visto muchos apartamentos antes de este, algunos diseñados por grandes arquitectos, pero ninguno podía ofrecerme esto. Las otras eran sólo casas bonitas, este es un lugar único, un espectáculo para inventar cada día». Todos pueden hacer una prueba, es suficiente subir al High Line park, encima del mercado de Chelsea, pasear unos minutos y detenerse delante de la casa de Olya, como espectadores de su espectáculo público y doméstico, seréis «Gente Allena», pero vuestra mirada será la bienvenida, como si os hubieran invitado.
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